El Pais 2 6 2012: La amnestia urbanistica...
  EDITORIAL
  
  Consentir la ilegalidad
  La amnistía urbanística que propone Fomento desaira a los jueces y  se inhibe ante la corrupción
    El País    2 JUN 2012 - 00:00 CET
  
  El Gobierno se dispone a afrontar el problema de las urbanizaciones  ilegales construidas en toda España, en especial en el litoral, con un  proyecto de amnistía urbanística difícil de aceptar por los ciudadanos  que hayan adquirido legalmente su vivienda (una gran mayoría) y pagado  puntualmente los impuestos. Fomento ha enviado a las comunidades  autónomas, para recoger las alegaciones oportunas, un documento en el que  se plantea, a través de modificaciones en las leyes del Suelo, de  Propiedad Horizontal y de Economía Sostenible, que las sentencias para  demoler una edificación ilegal queden suspendidas cuando se demuestre que  tales viviendas las habita un tercero (es decir, un comprador de la  vivienda que la ha adquirido a un promotor) de buena fe.
  Como suele suceder, la declaración de intenciones del documento nada  tiene que ver con los efectos que produciría si se convierte en una  amnistía efectiva y menos aún con los objetivos políticos que deja  traslucir. Un cambio legal de esta naturaleza acabaría con la inquietud  de decenas de miles de compradores de viviendas en urbanizaciones con  licencias irregulares. Resolvería también un atasco administrativo,  puesto que los tribunales tramitan con excesiva lentitud las causas  contra las promociones ilegales y la ejecución de los derribos se  eterniza. La amnistía reconocería así, de forma implícita, la incapacidad  de la legislación y del aparato jurídico español para aplicar con  presteza las soluciones adecuadas.
  Pero esta condonación urbanística colocaría en desventaja a los  municipios y ciudadanos que actuaron correctamente, los que han sufrido  el rigor de los trámites y pagado las tasas e impuestos correspondientes.  Y dejaría en situación desairada a los jueces que han dictado las  demoliciones de acuerdo con leyes y reglamentos que respeta una mayoría  de la población. Equivaldría a una claudicación. No es posible suspender  demoliciones aprobadas judicialmente, de la misma forma que no se puede  amnistiar a un defraudador fiscal condenado con sentencia firme.
  Tampoco es aceptable medir o pesar la buena fe del comprador.  Quien compra una vivienda está obligado a cerciorarse, porque nada le  exime de cumplir la ley, si satisface los requisitos administrativos  necesarios. Exactamente por la misma razón que no se le olvida comprobar  que no tiene cargas hipotecarias.
  La propuesta de Fomento tiene lecturas políticas desfavorables. Una  interpretación verosímil es que el Gobierno pretende granjearse los votos  de los compradores implicados, de buena o mala fe, en promociones  ilegales. Sería además un error que la economía que quiere recuperar el  Gobierno estuviera fundada en la construcción y en una nueva etapa de  recalificación masiva de suelos. El problema político es que los votantes  no ven hoy las consecuencias de una burbuja inmobiliaria, con sus  secuelas de desorden urbanístico y corrupción, con los mismos ojos que en  1999.